Pedro es el más copado de la cuadra. Ayuda, acompaña y empuja. Está en todo y con todos. Un ejemplo de vecino y amigo. Sólo es un poco torpe. Los amigos(porque él dice que son amigos) mucho no valoran lo que él hace por ellos, pero Pedro no baja los brazos, sabe que en realidad lo quieren(cosa que no es real, sólo se aprovechan de él).
Le dicen boludo. Pedro, el boludo. También Pedro, el gordo boludo. Utilizan muchas variaciones de boludo porque él aplica en todas. En su bonanza general todos lo toman de boludo. Le piden herramientas y no se las devuelven, jamás le pagaron el préstamo que le hizo al carnicero cuando amenazaron con cerrarle el local. Todavía espera el beso que le iba a dar la chica del 6 por haberle arreglado el auto. Le hizo el motor Pedro, lo hizo como un boludo.
Todas las mañanas toma su café con leche, mira la temperatura y se come tres galletitas Oreo, las cubiertas con chocolate. Sale 8.07 hasta la parada del colectivo 115, en Lavalle y Junín. Hasta ahí ya recibió catorce “boludo” de parte de el kiosquero, los de la imprenta, el portero de los dos edificios y un pibe que se sumó a la onda de insultarlo, aunque no lo conocía.
Como todos los días toma el mismo colectivo, todos los días le toca el mismo colectivero. Y todos los días él le dice “buenos días”, tropezándose con el escalón. El colectivero lo mira a Pedro y con la sonrisa que tiene todo un barrio, le dice “como estás Pedro, aparte de boludo como siempre?” Pedro se sienta atrás al medio, manteniendo silencio hasta su taller en Villa Soldati. En el trayecto, se tuvo que parar porque todos lo sacaban de los asientos, el grito de “Salí, Gordo boludo!”.
Bajó en Av. Castañares y Perito Moreno y caminó 2 cuadras para el lado de Gral. Paz. Su taller tiene una persiana azul que dice con letras rojas “Taller Mecánico Pedro”. Con aerosol blanco esta puesto su adjetivo más usado. No lo borra, porque dice que fue una travesura. Los que lo escribieron, los de la casa de al lado, dicen que no lo borra por boludo. Pedro esta todo el día en el taller y tiene mucho trabajo. No porque sea bueno, sino porque cuando termina de arreglar un auto, no le pagan. También toma mate todo el día con bizcochitos que comparte con el verdulero de la cuadra, que se aprovecha de él.
A las 20 emprende la vuelta y se repite el ritual de la mañana. Colectivero y pasajeros vivos insultándolo.
Cuando llega a su hogar, prende la tele y se come una docena de empanadas que compró en “el Noble Repulgue” de Pueyrredon y Tucumán. Mira el noticiero y “24”. Después de apagar la tele, Pedro mira la firma que le dejó su ex novia en el espejo de la cómoda hace ya dos años: “cornudo, impotente y boludo”. Nunca pudo superar esa ruptura. Mas si ella vive al lado y escucha cuando tiene sexo con la mas de la mitad de los extranjeros que viven en Once.
Se acuesta en la cama tenso, cierra los ojos y el reloj da las 01.23. Escuchó a mas de 100 personas diciéndole boludo, menos ahora que se auto-saluda: “Hasta mañana Pedro”.
Así de Lunes a Lunes.
Hasta aquel 15 de abril, que se levantó raro. Tan raro que lo hizo levantarse y buscar algo. Salió de su casa a las 8.14, siete minutos más tarde.
Ese día nadie lo insulto, no escuchó ni una sola vez la palabra boludo. Los vio a todos, pero nadie le dijo nada. Bajó del colectivo, se fue al taller y tampoco ahí escucho ese adjetivo que tanto lo llenó durante años. Volvió a su casa, saludó a su ex en la puerta y ella quedó, como todos los que lo vieron durante el día, muda.
Ya en su casa, cenó y borró el mensaje en el espejo. Se acuesta y por primera vez se siente descargado, como si hubiese sacado de si mismo el peso del plomo que le causaban las más de 100 personas que lo maltrataban a diario.
Y realmente se lo sacó el plomo y se los puso a ellos. Ese día Pedro busco la Magnum 9 milímetros que se compró hace años y uno a uno fue matando a los que alguna vez lo insultaron. Al kiosquero, al carnicero, a los vecinos. A los de la imprenta y porteros los acribilló sin dudar. Al colectivero y los pasajeros lo prendió fuego adentro del 115 interno 87. A los pibes de al lado del taller y al verdulero los puso en la fosa de su taller y los ahogó en aceite usado. A la vuelta, se bajó del colectivo interno 34, le disparó a las llantas y éste terminó adentro de un local de ropa. Después explotó. En el local de las empanadas, encerró a los empleados, no sin antes dejar abierto el gas y ver cómo se retorcían ahogándose. Al llegar a su casa y ver a su ex en la puerta besándose con dos peruanos y un judío, vació el cargador número cuatro sobre su vientre. Y dejó un bala en la frente de cada uno de sus amantes.
Son las 1.23 en su reloj y, mientras repasa lo hecho en el día, recuerda lo que le dijo a cada uno de los que mató: “Soy un boludo no?”
Me hiciste acordar a "un dia de furia"-
ResponderEliminarMe gusto.