29 mar 2010

Horizontal, seis letras, nombre de dama

Jimena tiene un trabajo perfecto. Claro, se lo merece. 28 años buscando el momento para ser ella, una autentica mujer independiente.

Es bajita y bastante linda. Se reparte en su cuerpo una buena dosis de “Te parto en 25”, según el encargado de su edificio, el kioskero y 15 compañeros de curso. Estudia Letras en la UBA sólo por amor a los libros que no deja de leer. Locutora recibida hace años, tiene una boca deseosa de besos largos, tendidos y sin reproches. Fanática de Los Beatles y Carla Bruni, se da su tiempo para ser madre soltera, hija, hermana y de vez en cuando, amante.

Arranca el día a las 5 de la mañana, con el golpe de la cortina del canillita en la esquina. Si, Almagro es tan callado que en el piso 7 también se escucha eso y cómo McDonalds hace cafés. Si su hija durmió con ella, la lleva con almohada y todo a la casa de su madre (el depto de al lado). Si quedó sola, lleva su notebook con almohada y frazada al escritorio. Y si durmió acompañada por su amante… llega tarde seguro. Es que Jimena tiene reglas y una de esas es: “Si te quedaste a dormir, el mañanero es mejor que el desayuno”.

Terminado el capuchino, toma dos libros (17 horas de trabajo le dejan tiempo para leer un poco), algunos apuntes de la facultad, el IPhone y sale a la calle. No importa la estación del año, siempre es de noche. Cruza la calle y agarra el primer colectivo 24 de la jornada. Saluda a Carlos, pone uno con veinticinco y se sienta en la fila de uno, tercer asiento. “Carlos es simpático todos los días, pero muy pajero”, piensa Jimena todos los días. Se pregunta si alguna vez se habrá tocado pensando en ella. La sola idea le hace hacer una mueca con su boca entre asco y deseo (esto varia si esa mañana hubo sexo con la Mac o el amante).

Siempre mira por la ventana escuchando el disco blanco de los fabulosos cuatro. Se pregunta sí Yoko Ono compraría atún La Campagnola para la ensalada con arroz de estas Pascuas. Pasa por un supermercado chino llamado estrella y se imagina saliendo a Ringo Star con un kilo de tomates y jugo Clight. “No tengo jugo”, piensa anotando mentalmente.

Cuando el 24 agarra Avenida Belgrano, ella alista su bolso y trata de acordarse de aclarar la garganta sin tomar mucho frío. Baja en el barrio San Telmo, sobre Bolívar. Se dirige a su trabajo con el mismo ritmo que supo acuñar rutinariamente, punta – taco – punta y paso apretado, ignorando conventillos. Sube las escaleras hasta la puerta donde Gloria, la señora de seguridad, le pregunta por su vida, su hija y si superó su odio por lavar los platos, como todos los días. Ella responde con dos “Bien” y un “Nunca” mientras se sube a uno de los dos ascensores hasta el piso 8.

Baja y mira cómo refaccionaron la oficina del presidente. Sube otra escalera más hasta su oficina, en el noveno. Saca su llave en el manojo de llaveros adquiridos por el mundo y abre la puerta con el cartel que dice “Cuarto de Control”. Apoya el bolso en el escritorio y besa la foto de su hija.

Jimena tiene un trabajo perfecto. Escritorio, tiempo para leer, aplicar la pasión, profesión y titulo obtenido para trabajar. O sea, el mejor trabajo.

Jimena es única. Sólo ella puede ser la voz en el ascensor que dice, todo el día: “Bienvenidos a Telam”.

28 mar 2010

Atrevete, dijo el cobarde

- Me voy a tomar dos segundos para analizar esta situación.

En un terreno de 50X20m., hay cientos de paredes separadas entre ellas por 3 metros. Las paredes tienen dos metros de alto y son blancas. Van perpendiculares, van paralelas. Se chocan y vuelven a empezar. Pero siempre a tres metros de separación. Crean caminos que llegan a ningún lado, o si. Un solo te lleva a donde querés ir, que es el otro lado. Para entrar al terreno, debes atravesar un portal dorado, que siempre esta abierto. No hay techo, pero el cielo esta tan despejado que el celeste no sirve de guía. No hay viento, sólo una brisa templada que de algún lugar viene. Temperatura de 20 grados ideal para una remera azul a rayas y unas bermudas de playa. Las sandalias rotas de tanto andar hoy no duelen, pero marcan las marcas en la piel. Pelo revuelto acompañado por una barba de una semana que intentara esconder una sonrisa de satisfacción que va en sintonía con los ojitos a media asta.

Que hago ahora? Miro el portal y el sol me encandila. Achino los ojos y doy un paso adelante, pero mi otro pie no me sigue. Miro a mi izquierda y el muro blanco parece interminable. A mi derecha se repite la imagen. No hay opción, debo entrar. O no. Podría hacer como siempre y optar por repetir el camino que me llevo a tal estructura. El anterior ya lo resolví y seria más fácil recordar como llegue a la salida a intentar un nuevo laberinto. No hay atajos, no hay caminos secretos, no hay migajas de pan para volver. Es el portal, las paredes blancas y todo el tiempo del mundo.

Vamos a ver. Las paredes blancas podrían ser pintadas con buenos recuerdos y algún póster de película. Por los zócalos pasaría los cables de comunicación y la electricidad de la pasión. Podría poner interruptores que prendan la razón y el sentimiento, pero que nunca funcionen juntos. Espejos, un par. Solo para ver como el tiempo se ensaña conmigo. El piso es nuevo, de tierra. Mejor. Se puede ver mi andar, pero no sirve volver porque me perdería en mis huellas. Esto me va a llevar mucho trabajo.

- Ey, no seas boludo, Dame la mano, vamos…. Pero no ronques más

26 mar 2010

Combate de los Pozos


               La cabeza no le daba más. Casi le explotaba. 6 meses de 6 días y 6 horas encerrado atendiendo a gente que no sabe que hacer con su celular. Si, el número del diablo machacaba el presente de Damian en el Call Center. Completado el turno, él corría detrás de Verónica, su único recreo mental de tanta rutina. Caminaban juntos, por Perú, después Florida. La dejaba en Diagonal Norte, en la boca del subte D, para luego caminar solo por la peatonal hasta Corrientes. Su cabeza quiso retener la charla sobre patines y facultad con Vero, pero tenía tanto que no le daba para más.

Subió por Corrientes hasta Esmeralda del lado de las Cuartetas. Si, a Vero la tiene que invitar ahí. Las Cuartetas enamoran. Casi llegando a Lavalle, Damian se pone a esperar el 111. Por suerte, siempre vienen muchos. El viaje hasta Chacarita no va a ser tan lento. 

23.45 y la calle parece un sábado a la tarde a pesar de ser un lunes más. La 9 de Julio despejada de algún piquete vespertino estaba tan linda con ese juego de luces que recorre desde la autopista Illia hasta el Ministerio de Salud, porque más no se ve.  

Ya acomodado del lado izquierdo al fondo, Damian apoya la cabeza en el vidrio y cierra los ojos. Lo ultimo que ve es Tribunales. Sus pensamientos cada vez suenan más fuerte. 

La imagen de su padre enfermo y la imposibilidad de su madre de ayudar lo torturan. Dejó todo para poder aportar en la casa después de un cáncer de pulmón que agarró desprevenido a su papá, fumador pasivo. La mamá no ayuda, por la culpa y el llanto constante que no la deja moverse sin querer matarse. De los hermanos no se sabe nada. Salvo de Favio, que cada tanto manda un texto para ver “si papa se murió y quien se queda con la moto”.  

El colectivo se mueve y Damian cree divisar un Café Martínez… si, esta en Palermo. 

Florencia se le viene a la mente y se siente en su territorio. Nunca pudo dejar de asociar el barrio con ella. Ni las plazas. Su nombre estaba en cada plaza. “Lindos recuerdos”, le retumba en la cabeza. Florencia se disipa y entra en escena Gisela y su planteo de madurez, quien se pelea con un Damian más joven, enérgico y perdido en Parque Chas. Una luz blanca hace que achique más sus ojos cerrados y el nombre de Verónica se centra. De esa palabra sale la palabra facultad y la cabeza empieza a latir como vías de tren. 

Justo pasaba debajo del Puente Pacifico… sube por Carranza y en 5 minutos esta en Federico Lacroze. 

“Que voy a  hacer con el estudio, si no me dan los horarios para cuidar a mis padres?”, se pregunta una y otra vez. El titulo de escribano publico no se lo van a dar así nomás, de lastima. La idea de que le paguen por firmar le encanta. Y a quien no, es mejor que escuchar a gente que no sabe que hacer con su celular. 

Curva cerrada. Acaba de agarrar Cabrera a 50 Km. por hora .

“La facultad y Verónica en el barrio de Florencia. Gisela se pelea con mama y su cigarrillo, mientras papa llama al call center quejándose de que no puede responder los  mensajes de Favio”

Otro sacudon del colectivo y Damian ya tiene el pulso acelerado y la cabeza a mil y los pensamientos como recreo de jardín de infantes y los nervios por no llegar a fin de mes y la desesperación de la incapacidad de poder resolver todo y la histeria colectiva y el 111 se sacude y…. 

Silencio.

El 111 para.

Damian no piensa mas, está duro, su mente se tranquilizó.

Damian se murió de un bache en la cabeza.

24 mar 2010

Paso a Paso(Basado en hechos reales)

“Tengo una sola zapatilla y no se donde la dejo”


Luis ya arrancó la mañana mal. Encima que no paro de toser toda la noche, no encuentra la Adidas izquierda. Siempre la del pie derecho esta a mano. Pareciera que el destino lo bardea por estar así. Se viste con su buzo manchado de mandarino, el jogging gris encontrado en Sarmiento al 700 y la gorrita, infaltable, de San Antonio Spurs. No sabe que es, pero se la pone con orgullo.

“Acá está”, se sonríe Luis. Apoya las muletas en la pared de cartón, se agacha y se pone la Adidas. Bah, la Adidas en su pie izquierdo. La del derecho esta solo para recordarle que siempre se debe ir al medico cuando te pisan y algo en el cuerpo se pone morado, muy morado. Lastima que lo aprendió tarde, después que le apuntaran esa derecha que tiraba centros hermosos en la canchita del barrio. Pasaron 2 años de aquella tarde donde tiro su pie a la basura. Lo tiene en el fondo de su casa, el relleno ecológico del CEAMSE. Toma lo que quedo de la leche hallada días atrás en Puerto Madero, agarra sus tres pelotitas para hacer malabares y sale al pasillo. A trabajar.

Siente frío y apura el salto. El camión cartonero que lo alcanza a la estación de José León Suárez ya se va. Con la cabeza gacha se sube y saluda a Rolo, su primo y chofer. Arrancan por DeBenedetti derecho mientras Luis saluda con su mano a toda la Villa Lanzone. Es querido y cuidado por todos, sobre todo desde el accidente y la partida de su madre. Ahora él se hace cargo de su hermano y de la comida de su padre en la comisaría 9na de Villa Ballester. Se lo conoce por simpático, educado y “rengo boludo”. Nadie lo jode, nadie lo molesta. Es respetuoso y respetado.

Se sube al tren y se sienta al lado de su hermano. Hoy no quiere pedir monedas en el vagón. Acomoda las muletas en el suelo para no joder a los pasajeros. Mira por la ventana repitiendo las estaciones, repitiendo lo poco que aprendió a leer. Ya no se molesta si lo miran con desprecio, si lo ignoran. Luis devuelve cada mirada egoísta y soberbia con una sonrisa de oreja a oreja. Las caries visibles no importan, lo que importa es que sonríe.

Se baja en Retiro y se dirige a la plaza San Martín. Elude a cientos de personas que no parecen notar que camina con muletas, como para dejarle el paso libre. Sigue sintiendo frío, pero el sol salio y espera un día de esquina en esquina. Se para enfrente a la bandera en el monumento a los caídos en Malvinas y se da vuelta a contemplar la torre de los ingleses. No sabe que es una cosa o la otra, sólo sabe que la que flamea en el cielo es la bandera argentina y tiene una como puerta en su casilla. Hoy no agarra por florida, es martes, media mañana y todos están llegando tarde para trabajar. Mejor sube por Marcelo T. de Alvear hasta 9 de Julio y empieza su show. Humilde y con sonrisa careada, pero show al fin.

Llega primero su hermano a su “puesto de trabajo”. Siempre llega primero porque le juega una carrera a Luis, que lo deja ganar y con 14 años ya no esta para eso. Tampoco puede hacer mucho, Macri todavía no arregló las veredas para correr carreras en muletas.

El semáforo dice amarillo y Luis baja del cordón a la avenida de un salto y sin mirar. De repente, una moto le pasa cerquita de su Adidas. Una vieja y extraña sensación recorre el cuerpo del niño de la Villa Lanzone. Esto ya había pasado y le costó el pie derecho. Luis, que no había articulado una palabra desde que se levantó, desdibuja su sonrisa para gritar:



“Motokerodelortoylarecalcadaconchadetumadrehijoderemilputas!!!”