La cabeza no le daba más. Casi le explotaba. 6 meses de 6 días y 6 horas encerrado atendiendo a gente que no sabe que hacer con su celular. Si, el número del diablo machacaba el presente de Damian en el Call Center. Completado el turno, él corría detrás de Verónica, su único recreo mental de tanta rutina. Caminaban juntos, por Perú, después Florida. La dejaba en Diagonal Norte, en la boca del subte D, para luego caminar solo por la peatonal hasta Corrientes. Su cabeza quiso retener la charla sobre patines y facultad con Vero, pero tenía tanto que no le daba para más.
Subió por Corrientes hasta Esmeralda del lado de las Cuartetas. Si, a Vero la tiene que invitar ahí. Las Cuartetas enamoran. Casi llegando a Lavalle, Damian se pone a esperar el 111. Por suerte, siempre vienen muchos. El viaje hasta Chacarita no va a ser tan lento.
23.45 y la calle parece un sábado a la tarde a pesar de ser un lunes más. La 9 de Julio despejada de algún piquete vespertino estaba tan linda con ese juego de luces que recorre desde la autopista Illia hasta el Ministerio de Salud, porque más no se ve.
Ya acomodado del lado izquierdo al fondo, Damian apoya la cabeza en el vidrio y cierra los ojos. Lo ultimo que ve es Tribunales. Sus pensamientos cada vez suenan más fuerte.
La imagen de su padre enfermo y la imposibilidad de su madre de ayudar lo torturan. Dejó todo para poder aportar en la casa después de un cáncer de pulmón que agarró desprevenido a su papá, fumador pasivo. La mamá no ayuda, por la culpa y el llanto constante que no la deja moverse sin querer matarse. De los hermanos no se sabe nada. Salvo de Favio, que cada tanto manda un texto para ver “si papa se murió y quien se queda con la moto”.
El colectivo se mueve y Damian cree divisar un Café Martínez… si, esta en Palermo.
Florencia se le viene a la mente y se siente en su territorio. Nunca pudo dejar de asociar el barrio con ella. Ni las plazas. Su nombre estaba en cada plaza. “Lindos recuerdos”, le retumba en la cabeza. Florencia se disipa y entra en escena Gisela y su planteo de madurez, quien se pelea con un Damian más joven, enérgico y perdido en Parque Chas. Una luz blanca hace que achique más sus ojos cerrados y el nombre de Verónica se centra. De esa palabra sale la palabra facultad y la cabeza empieza a latir como vías de tren.
Justo pasaba debajo del Puente Pacifico… sube por Carranza y en 5 minutos esta en Federico Lacroze.
“Que voy a hacer con el estudio, si no me dan los horarios para cuidar a mis padres?”, se pregunta una y otra vez. El titulo de escribano publico no se lo van a dar así nomás, de lastima. La idea de que le paguen por firmar le encanta. Y a quien no, es mejor que escuchar a gente que no sabe que hacer con su celular.
Curva cerrada. Acaba de agarrar Cabrera a50 Km . por hora .
“La facultad y Verónica en el barrio de Florencia. Gisela se pelea con mama y su cigarrillo, mientras papa llama al call center quejándose de que no puede responder los mensajes de Favio”
Otro sacudon del colectivo y Damian ya tiene el pulso acelerado y la cabeza a mil y los pensamientos como recreo de jardín de infantes y los nervios por no llegar a fin de mes y la desesperación de la incapacidad de poder resolver todo y la histeria colectiva y el 111 se sacude y….
Silencio.
El 111 para.
Damian no piensa mas, está duro, su mente se tranquilizó.
Subió por Corrientes hasta Esmeralda del lado de las Cuartetas. Si, a Vero la tiene que invitar ahí. Las Cuartetas enamoran. Casi llegando a Lavalle, Damian se pone a esperar el 111. Por suerte, siempre vienen muchos. El viaje hasta Chacarita no va a ser tan lento.
23.45 y la calle parece un sábado a la tarde a pesar de ser un lunes más. La 9 de Julio despejada de algún piquete vespertino estaba tan linda con ese juego de luces que recorre desde la autopista Illia hasta el Ministerio de Salud, porque más no se ve.
Ya acomodado del lado izquierdo al fondo, Damian apoya la cabeza en el vidrio y cierra los ojos. Lo ultimo que ve es Tribunales. Sus pensamientos cada vez suenan más fuerte.
La imagen de su padre enfermo y la imposibilidad de su madre de ayudar lo torturan. Dejó todo para poder aportar en la casa después de un cáncer de pulmón que agarró desprevenido a su papá, fumador pasivo. La mamá no ayuda, por la culpa y el llanto constante que no la deja moverse sin querer matarse. De los hermanos no se sabe nada. Salvo de Favio, que cada tanto manda un texto para ver “si papa se murió y quien se queda con la moto”.
El colectivo se mueve y Damian cree divisar un Café Martínez… si, esta en Palermo.
Florencia se le viene a la mente y se siente en su territorio. Nunca pudo dejar de asociar el barrio con ella. Ni las plazas. Su nombre estaba en cada plaza. “Lindos recuerdos”, le retumba en la cabeza. Florencia se disipa y entra en escena Gisela y su planteo de madurez, quien se pelea con un Damian más joven, enérgico y perdido en Parque Chas. Una luz blanca hace que achique más sus ojos cerrados y el nombre de Verónica se centra. De esa palabra sale la palabra facultad y la cabeza empieza a latir como vías de tren.
Justo pasaba debajo del Puente Pacifico… sube por Carranza y en 5 minutos esta en Federico Lacroze.
“Que voy a hacer con el estudio, si no me dan los horarios para cuidar a mis padres?”, se pregunta una y otra vez. El titulo de escribano publico no se lo van a dar así nomás, de lastima. La idea de que le paguen por firmar le encanta. Y a quien no, es mejor que escuchar a gente que no sabe que hacer con su celular.
Curva cerrada. Acaba de agarrar Cabrera a
“La facultad y Verónica en el barrio de Florencia. Gisela se pelea con mama y su cigarrillo, mientras papa llama al call center quejándose de que no puede responder los mensajes de Favio”
Otro sacudon del colectivo y Damian ya tiene el pulso acelerado y la cabeza a mil y los pensamientos como recreo de jardín de infantes y los nervios por no llegar a fin de mes y la desesperación de la incapacidad de poder resolver todo y la histeria colectiva y el 111 se sacude y….
Silencio.
El 111 para.
Damian no piensa mas, está duro, su mente se tranquilizó.
Damian se murió de un bache en la cabeza.
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