22 ene 2011

X esta en una relación complicada con Y

La conoció en una feria del libro, en la Sala Cortazar de la Rural. Comentaron la capacidad de Woody Allen de ser un judío simpático y la necesidad del humor absurdo en toda conversación sobre la muerte. Hubo una sonrisa que permitió volver a tirar los dados y avanzar. Lucas, campeón municipal de las indirectas, le pidió el nombre y mail. Julia, organizadora de olimpiadas para extrovertidos, otorgó su nombre, mail y twitter. Se alejó dejando un beso inesperado sobre la mejilla izquierda inesperado en Lucas y él, tomó los datos, los dados y se fue a preparar el tablero en su casa para seguir jugando.

La agregó al MSN y Facebook. Y ahí arrancaron. El juego avanzaba día a día, con horas y horas de navegación en la Web. Hablaban, se mandaban fotos, se consultaban cosas, se hacían indispensables. Diariamente, transitaban cuesta arriba una relación que se afianzaba a modo de zumbidos y emoticones.

Lucas hacia meses que había terminado una relación con Clara, su novia de tantos años que no recuerda. Julia luchaba contra el amor de un ser perverso, que la hostigaba y trataba de dominar. No por sufrir lo dejaba de amar… por lo menos eso creía sentir . Ambos encontraron en esta lúdica forma de tratarse un resguardo que crecía paso a paso.

Pero todo era virtual.

Los dados dieron doble seis y llegó al casillero de la primera salida, después de haber pasado por los casilleros “dame tu número de celular” y “madrugadas de chat”.Se volvieron a ver y eran más lindos de carne y hueso(según ellos). Comieron y hablaron muy poco, ya que parecía que todo estaba dicho… aun así, lo intentaron.

El tablero mostraba dos fichas que se acercaban a la meta. No hubo besos, si abrazos. No hubo caricias, si mimos al alma. El camino al final del juego se transitó hablando, mucho. Era como que tenían que conocerse mucho antes de dar un paso mas adelante, antes de ganarse la carta de inmunidad y correr al último casillero, al cuerpo del otro, a expresar eso que virtualmente se dijeron.

El era blanco con poco pelo, un cuerpo marcado por una gimnasia de hace algunos años y ojos marrones profundos. Su mirada a veces cautivaba, a veces no. Julia era de las chicas que llama la atención al caminar. Pero no por tener un cuerpo exuberante, sino por un magnetismo propio de alguien que sabe lo que quiere, cuando lo quiere y en que parte de la casa lo quiere. Ambos se confesaron amantes del sexo ocasional, de matarse, de durar por horas. Pero lo cierto es que Julia siempre lo hace con la remera puesta para que no se le escape el corazón con cualquiera. Y Lucas decía la verdad, debido a técnicas adquiridas con el tiempo.

Una tarde de un marzo demasiado caluroso tiraron los dados por última vez y ambos, bajo un árbol de la Plaza Irlanda, se fundieron en un beso tan pasional como largo. El que esperaron, el que imaginaron, el que sintieron. Se mordieron, se apretaron, se metieron mano. Resultaron heridos, si, pero en caliente no se siente nada. Julia lo apretaba de la cintura, Lucas deseaba tener mas manos para agarrarla de atrás, las tetas de 90 y tomarla del cuello para tenerla mas cerca.

Las lenguas peleaban, los labios dolían, los cuerpos pedían guerras con manos como armas atacando todo territorio adversario. Lucas ya no entraba en su ropa y Julia se sentía inundada por el deseo. Sin soltarse, fueron hasta la cama de ella, no muy lejos de ahí. El calor era insoportable pero se agarraban tanto en el ascensor que desde ahí empezaron a arrancarse la ropa. Entraron, se tropezaron, rieron, cayeron en un sillón blanco. Lucas ya se había sacado todo menos el bóxer y las medias, pero en eso estaba. Ella tuvo dos segundos de claridad. Vio con qué ternura se sacaba las medias marrones que no lo dudó. Le levantó la cara, mostrándole la delicadeza con la que se sacaba su remera, dejando su corazón expectante y a Lucas saciando su hambre en su pecho.

La levantó y ella lo abrazó con las piernas. Se arrojaron a la cama, jadeando. Y entre gemidos, caricias y roces, Lucas siente un escalofrío por todo su cuerpo. Se separa de ella de un salto, con la cara desfigurada.

Julia: Qué pasa?

Lucas: Me olvidé el Viagra

2 ene 2011

El chancho tiene ganas de comer

… Y me pidió que me vaya, que no insista. Le dije que no, que no podía. Sin mirarme a los ojos, abrió la puerta con la seguridad de elegir lo correcto. Mis suspiros no lograron convencerla esta vez. Mientras miraba al florero de la mesa marrón con el ceño fruncido y respirando odio, me aguardaba

firme junto al portal. La mire una vez más, esperando que algún sentimiento la haga cambiar de opinión. Pero no. Nada en su ser estaba de mi lado.


Y salí.


…Y cuando ya estaba lejos de su alcance, lejos de oírla, casi en la esquina de su casa, apareció agitada sobre mi espalda. Me sonrió y sólo con eso me hizo olvidar las 48 horas de discusiones que tuvimos. Abrazándome y con el pecho agitado, me dijo al oído que me amaba y que nunca me iba a dejar ir. La tomé del rostro y la besé tiernamente una vez. Cuando una lágrima empezó a caer por su mejilla y su boca comenzaba a sonreír, sólo atine a decir:


“Que histérica de mierda que sos”


Y ella, lejos de enojarse, replicó sin dejar de sonreír:


“Pero igual siempre te quedas acá, ¿Viste?”