9 nov 2011

Serás lo que debas ser... y lo anterior también.

El joven príncipe vio cómo masacraban a su padre y hermanos unos minutos antes de que su caballo huyera velozmente del campo de batalla donde fueron atacados por los Bárbaros. Cansado y débil, llegó al palacio. Todo el reino se quebró en llanto al oír el crudo relato del destino que tuvo su noble monarca. El pequeño rey recibió la corona de su padre sin haber descansado ni despedido su recuerdo. Lo empezaron a apurar con las responsabilidades del rey, a decidir sobre impuestos, comida y muertes de criminales. Sólo probó un bocado de su única comida a las seis horas de haber llegado de la batalla. Ese único alimento ingerido fue interrumpido por el jefe de su ejército, que aguardaba sus ordenes. La presión sobre el joven monarca era cada vez mayor. Parecía que nadie entendía que él no estaba preparado. Mientras sus dos hermanos mayores aspiraban a gobernar como su padre, el más pequeño sólo quería ser un niño más. Jugar, divertirse, amar. Amaba a las mujeres. Es más, su fanatismo por las mujeres iba más allá de sus deseos de ser rey. Con pasión les dedicaba un tiempo importante, donde las admiraba, se sumergia en el éxtasis de sus figuras y movimientos hasta terminar casi agotado de tanta energía gastada, sólo de observar a las féminas que paseaban por sus tierras. Su segundo bocado no llegó a destino, ya que un granjero entró velozmente a la sala y, a los gritos, suplicó clemencia. Este hombre había sido condenado a muerte por robar una gallina de los corrales reales. Ante la simpleza y desesperación del hombre y lo insignificante de su aprendímiento, el joven monarca empezó a llenarse de ira. Se vio presionado por este pobre granjero, por el jefe del ejército que aguardaba sus órdenes, por el consejero que esperaba una resolución sobre la suba de impuestos y por el clérigo, quién sostenía en silencio los papiros que contenían el modo de cómo es la ceremonia de sucesión. Su mente empezó perderse entre pensamientos encontrados. Sabía que no podía ser más joven, que tendría que crecer de golpe y afrontar un destino tan cruel como maravilloso para él, ser rey. Las miradas empezaban a penetrar el alma del nuevo monarca. Vio en ellos las miles de mujeres que jamás volverá a disfrutar. La transpiración se impregnaba en la ropa, acompañada por temblores en el cuerpo, principalmente en su mano derecha. Y ahí comprendió. No era más príncipe, era Rey. Y como tal, las cosas serían a su modo. "BASTA!", gritó. Se levantó, miro a todos los presentes, se subió la manga de su temblosa mano derecha. La miró y supo que, por lo menos cuando él quisiera, tendría sus momentos de juventud, escapandole a la realidad de ser el que decide sobre las vidas de miles de personas. "Antes de hacer cualquier cosa, su rey quiere hacerse una paja"

4 nov 2011

Estas igual!

Llegue a las 22. No había nadie ni adentro ni en la calle. De repente viene caminando por el pasillo central del canal un pibe alto, rubio, ojos castaños y ese blanco teta que hace más de 20 años no puede broncear. Sí. Sale Cristian Ruiz. Hace muchos años que no lo veo. Quizás por la vida, por los caminos, por las elecciones. Estaba igual. Con la misma cara de Pelotudo que tenía cuando iba a jugar su casa. Me mira. Lo miro. Me mira. Lo miro. Espero que no me reconozca. Me mira. Me hago el boludo. Me reconoce. Lo acepto. Me saluda. Lo saludo. Me abraza. Lo abrazo. Pide algo en seguridad. Pido que me dejen ir en seguridad. Me habla. Le hablo. Me pregunta "¿todo bien?". Le contesto "todo bien". Le pregunto "¿Vos, todo bien?". Me contesta "todo bien". Los de seguridad le hablan a él. Los de seguridad me ignoran a mi. Me saluda. Lo saludo. Me abraza. Lo abrazo. Se va. Me quedo. No había nadie cuando llegué. Ni adentro del canal ni en la calle. Salvo él. Que se fue como apareció. Con la misma cara de Pelotudo que tenía cuando iba a jugar a su casa.

5 ago 2011

Propiedades devueltas

Gabriela era increíblemente egoísta. Todo era ella y nada más. Sólo hablaba de sí misma, no compartía, no regalaba. Era cleptomana y muy mentirosa.

Una tarde que parecía como las anteriores, Gabriela encuentró una caja de bombones en un escritorio que no era el suyo. Vio que en la oficina no quedaba nadie y, con una destreza adquirida con los años, se escondió la caja entre las ropas y se fue a su casa. Allí, se devoró todos los bombones casi sin masticar y se durmió sin remordimientos.

A la mañana siguiente, Gabriela llegó a la oficina pálida, desmejorada, sudando frío. Vio las risas burlonas de sus compañeros, y entendió que su robo de ayer fue una trampa. Uno a uno fueron entregandole a ella una mirada de satisfacción por su sufrimiento, hasta que cayó de rodillas y empezó a vómitar.

Mientras Gabriela lanzaba chocolates a medio digerir y masticar, las risas se intensificaban. La venganza había sido tomada y la lección aprendida.

De repente, todos dejaron de reír y un silencio incrédulo los invadió. Gabriela había dejado de vómitar, pero estaba juntando todos los restos que estaban en el suelo. Se incorporó, tambaleando. Con un puñado de chocolates en la mano, miró a un compañero que está enfrente de ella, atónito. Gabriela puso los chocolates detrás de su espalda y dijo:

"Qué? no te voy a convidar después eh! Son míos!"

25 jul 2011

La continuidad del trabajo

Mauro trabaja en un call center en Balvanera, cerca de Plaza de Mayo. Camina por Florida, desde Catedral, con aires de depreocupación. Disfruta de los colores, la gente, las bocinas. En Chacabuco 150, apoya la mano en un enorme cristal y ve como el marfil manchado de las columnas terminan en un techo gris, plagado de humedad. El sonido de dedos machacando teclados acompañados por un murmullo automata que obliga a Mauro a querer escapar y presionar mas el cristal. Un nuevo aire inunda el espacio con el quiosco de la esquina desprendiendo risas de chocolates de alumnos yendo a su hogar. El 72 apurándo a una señora coqueta en la esquina de Yrigoyen adorna una catarata de bocinazos que un conductor enojado propina sin notar que el cristal ya lo apuraba a Mauro, y el gesto parco del personal de seguridad acompañaba la molestia inexplicable de una secretaria atrincherada en un escritorio moderno pero apagado que superaba su altura y sus expectativas de progreso. El nombre de cada puesto sobre un paño de pana negro, increíblemente sucio resplandecen en la pared caoba, totalmente resquebrajada por el transito intenso de una calle vital para está ciudad plagada de historias asombrosas, sueños alcanzables, lugares increíbles. Desde el árbol desafiando los edificios a metros de Alsina y Chacabuco hasta el ficus del vecino de enfrente animandose a acariciar cuanto camión perdido pase ante el, todo es aventura. Y Mauro se aferra a un pasamanos que no se detiene y lo encierra en un gelido piso de baldosas antiguas.
El murmullo es mas intenso, los teléfonos no dejan de sonar. Y cuando empuja con fuerza el cristal, decidido a escapar, el hombre de seguridad lo detiene en seco. Su mirada fria penetra sus ojos, sacando al sol que alimentó su esperanza de huir. Poniendo una mano en el hombro de Mauro y separandolo del cristal, le sugiere amenazante:

-"podés dejar de pelotudear con la puerta giratoria?"

4 jul 2011

Tabajo en Blanco

El campesino e historiador Ricardo Martinez decidió realizar su autobiografia a los 81 años. En el capitulo referido a su situacion sentimental detalla que fue rechazado 378 veces por distintas mujeres. Para resumir sus desventuras amorosas, resumió: "lo mio es la paja".

24 jun 2011

Puede fallar

Mercedes revolvió cajones grandes y pequeños.
Era de noche y la esperaban.
Las velas en la habitación no alcanzaban, así que con una linterna buscó debajo de la cama y nada.
Removió los libros de la biblioteca y papeles viejos ayudada por la luz del vecino sobre su ventana. Durante años se quejó de esa lamparita, pero hoy era muy util.
Abrió el placard y la seguian esperando. Con la linterna en la boca, movía velozmente vestidos y camisas.
Le dolian los pies descalzos por culpa de los tacos tirados en el suelo.
Pateó las prendas que recientemente descansaban arrugadas al lado de los zapatos y se tomó la cabeza.
Pensaba, no lo concebía, no terminaba de aceptarlo.
Tembló de frío al acercarse a la puerta y la cerró, para preservar el calor y los ruidos adentro.
El sonido de sabanas le recordaron que la esperaban hacia rato. Se miró en el espejo de su escritorio sonriendo.
Acomodandose el pelo y sin perder la sonrisa, se deslizó lentamente en la cama.
En cuatro patas, como una gata en celo, arqueó la espalda y estiró sus brazos, arañando el acolchado, abriendolo.
Y mientras acaricia su cuerpo desnudo contra otro, le preguntan:


-: ¿Encontraste alguna excusa?


-: No, pero tampoco encontré vaselina.

20 jun 2011

La Evolución de la Involución

A través de los años se ha convivido con un mito, una leyenda urbana que estuvo desde el primer grupo de ser humanos hasta el último grupo de Facebook creado y permanecerá por los siglos de los siglos: El amigo boludo.

Desde el inicio de los tiempos el ser humano intento evolucionar, pero siempre se encontraba con uno de su misma raza que lo tiraba para atrás, que se equivocaba, que no entendía un carajo y preguntaba una y otra vez. Se dice que cuando descubrieron el fuego, al sentir el calor, el boludo del grupo se sentó encima porque tenía frio. El primero que prendió la chispa que empezó todo olvidó cómo lo hizo porque no podía parar de putear al tonto.

Más adelante, el que creó la rueda no pudo mostrárselo a nadie hasta 50 años después, porque su amigo estúpidamente usaba la “primera rueda” para apoyar la pava del mate. Cuando iban a cazar, todos cazaban a los antílopes vestidos de marrón, mientras que el boludo se pintaba de rojo y le gritaba “oleeee”, lo cual enfurecía al animal y hacia que atacara a sus amigos.

En la antigua Grecia, un boludo desde una montaña empezó a tirar piedras hacia abajo… lo que no se dio cuenta es que sus amigos le decían que la corte porque empezaría un derrumbe. Dicho esto, Grecia fue destruida por miles de gigantes rocas que cayeron gracias a un pelotudo que se creía vivo por molestar a hombres vestidos en sabanas.

Roma no fue la excepción. Nerón siempre le tuvo miedo al fuego, hasta que un boludo le dijo: “mira, puedo pasar la mano por la vela y no me quemo”. Nerón lo intentó y su obsesión por desafiar a todos a quien podía aguantar más con la mano en la llama le costó a Roma el mítico Coliseo. Todo por un pelotudo que quería quedar bien con el Emperador.

Se dice que en el descubrimiento de América, los conquistadores y los indios estuvieron en paz hasta que un infradotado se puso a jugar a “póngale la cola al burro” con los ojos vendados y una espada. Asi apuñaló al hijo del Cacique mayor. Matanza y colonización por un disminuido mental desubicado.

Una anécdota en Francia dice que Napoleón anotaba sus estrategias de ataque en un libro blanco que estaba en su escritorio, donde usualmente traía a sus amigos del barrio de LongChamps a jugar al Chin Chon. Parece que un día antes del Día D, su amigo incapacitado mental jugó con su cuaderno a la batalla naval, lo que habría desencadenado la caída del General Bonaparte.

Felipe Pigna contó que San Martin y Bolívar querían pelear juntos todas las batallas, pero luego del encuentro en Guayaquil, un Sargento de nombre Cabral le dijo a San Martin que Bolívar le miraba mucho el cola a Remedios de Escalada. A partir de ahí, los grandes libertadores de América del sur no se hablaron, solo se mandaban mensajes puteandose a través de chasquis. Cabral murió defendiendo a San Martin, por tonto culposo.

Más cerca de nuestra época Sarmiento, cuando fue presidente de la República, decretó que en cada aula de los colegios debía haber un alumno sin capacidades para mantener el balance en la historia en el país y para que todos tuviesen a alguien a quien atacar cuando hay hora libre.

Algunos que empezaron como boludos cambiaron la historia para siempre. Isaac Newton, que recién se dio cuenta de la gravedad cuando se le cayó una manzana en la cabeza y no cuando se tropezó y se bajó dos dientes. Galileo Galilei, que hacia telescopios para espiar a la vecina y terminó peleando con la Iglesia al afirmar que es la Tierra la que se mueve y no el Sol. Benjamín Franklin, que descubrió la conducción de la electricidad cuando le apostó a sus amigos que podía remontar un barrilete en una tormenta eléctrica, en pijamas y una llave en medio de la calle. Sufrió hipotermia, pero ganó la apuesta.

Más moderno sería Bill Gates, que con esa cara no levantaba ni tierra y revolucionó al mundo con las computadoras portátiles. O Jacobo Winogrand, que hace 20 años es un referente de la televisión argentina y su único merito es tener un “chizito” como pene.

Están en todos lados, en todos los grupos de amigos, en el trabajo, en la calle. Lejos de ser una amenaza, son una demostración a la sociedad de que, cuando uno está mal o se siente menos… ellos demuestran que falta mucho para tocar fondo.