14 abr 2010

Boomerang

Camila recorre velozmente la Plaza de Mayo en busca de palomas. Las quiere pisar. Con una sonrisa horrible, de labios ampollados, persigue a las emplumadas ex mensajeras. Camila es morocha… o casi. Se esta quedando pelada desde su infancia por un problema de alimentación. Camila no debe pesar más de 46 kilos. Bueno, en realidad pesa como 100 kilos, pero eso si sumamos la silla de ruedas. Es casi diminuta. Sus cortas piernas van a la medida de sus brazos, que no deben llegar a los 30 centímetros. Camila sale de la plaza y agarra Balcarce en plena hora pico. Menos mal que tiene batería para rato. Su casa esta en La Boca y a 12km por hora se hace largo. Camila posee un vehículo casi pistero. Luces, un mp3 y parlantes. También llantas de aleación, freno a disco y un almohadón de plumas.

Menos mal que hay 21 grados. Camila sufre el frio en demasía. Su piel es muy grasosa y casi ni se distingue su color de piel. Camila frena en Moreno, se acomoda en la musculosa la falta de pechos, empuja los lentes (7.75 en cada ojo, prácticamente binoculares) y le hace una mueca con la boca al tachero que aguarda, como ella, el verde del semáforo. Camila quiso sonreír. El tachero la miró, subió la ventanilla y hecho una carcajada. Levantó su dedo índice, la apunto y disparó alrededor de 30 segundos de risotadas, que se fueron en fade cuando el semáforo por fin llegó al verde. Camila lo ve irse. Camila apreta su pequeño puño, mira en el lunar de la nuca del tachero con sus binoculares y murmura dos palabras. Con eso, Camila se siente liberada, retorna a su sonrisa horrible de labios ampollados y sigue su camino.

Es que Camila tiene dos defectos nada más. Uno que cuando se siente discriminada, proyecta el odio que le provoca esa actitud en una mirada y recita “Todo vuelve”.

El otro defecto es que no tiene Facebook

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