Yo tengo sogas.
Muchas. Largas. No son muy gruesas y son medio color arena. Como la de San Clemente: sucia pero lavada. En cada soga hay, y con una distancia milimétricamente estipulada, pañuelos de colores. De todas las tonalidades, de oscuro a claro.
Yo estoy con las sogas y detrás de una línea.
Justo en el medio, sin moverme, estoy yo y mis sogas. Con la mirada al frente de la línea (no sé si es norte o sur) tengo las sogas en mis manos. En la derecha, las que entrego. En la izquierda, las que sostengo, tirantes.
Yo tengo sogas, una línea, pañuelos y gente.
A cada uno que conozco le doy una soga del lado de la punta con el color negro, le sonrío y le digo “Bienvenido”. Algunos se la llevan, otros, la miran y la tiran. Las han quemado, cortado, olvidado en el camino. Me ha pasado muchas veces que la atan a un palo y después la vuelven a agarrar, pensando que no me doy cuenta. Todas las sogas son únicas e irrepetibles. Si me rechazan alguna, no la uso con otro. No da.
Yo tengo sogas, una línea, pañuelos, gente y colores.
A medida que va pasando el tiempo, quienes tengan mis sogas avanzan y van llevándose metros y metros de mí llenos de color. Van pasando los colores, de menor a mayor, sobre la línea. Lo que va determinando que tanto de mí se soporta y se quiere, si mi roja pasión, mi sonrisa celeste, mi humor amarillo, mi gris mirada. Eso sí, sé cuando tirar y dejar de dar brillo y recuperar mis colores. O eso creo. Si bien sé que las sogas son únicas, no significa que las regale si no se merecen. Sólo tengo que tirar para atrás. Si hay resistencia, explico mi accionar. Si no hay resistencia, una soga menos.
Yo tengo sogas, una línea, pañuelos, gente, colores, descuidos.
Sostener muchas sogas con una mano e ir entregando con la otra hace que no se esté 100 por ciento atento a la cantidad de color que se va. Usualmente pasa con las personas que mas colores tienen y creen que porque llegaron al naranja pueden pedir más sin ganárselo. Soy copado, no boludo. Si hay mentira y traición, seguido de mi pérdida de confianza, la soga es mía
Llegar al blanco es un evento. Si llegaste al color más claro, significa que estas en el límite. Y ahí empiezo mi ritual. Paro mi mundo, le entrego las sogas a mi Soberbia un rato (sabe manejar las cosas cuando no estoy disponible) y me dirijo a la línea. Te miro con una sonrisa, abro los brazos y te apreto fuerte. Tomándote de los hombros, te miro sonriente y te invito a mi mundo, detrás de la línea.
“Llegaste”, balbuceo feliz. Y tomandote del hombro, con un medio abrazo, te susurro "... acordate, vergüenza es robar"
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