Javier es una leyenda. Las noches están a punto de nombrarlas como él, ya que Javier es la noche. Pecho trabajado, firme como el acero. Una espalda que podría ser una columna de las ruinas griegas. La sonrisa sin problemas enamoraría a Mona Lisa, si ella saliera por Costa Salguero. La mirada penetra hasta la última alma del lugar, y es así como siempre sabe qué decir, cómo decirlo y, principalmente, a quién hacerlo. Sus morochos cabellos brillan creando destellos que iluminan como bola de espejos cada pista de baile. Dicen que no hay hombre que salga que no admire a Javier.
Como todas las noches, salió 2.13 de su depto en Las Cañitas hacia su segundo hogar, las fiestas. Con ropa, claramente de marca, deslumbra a cada paso. Desde la salida de su auto, hasta la puerta del boliche.
Entra como si el fuera el dueño, reparte saludos a gente que no mira y, sin perder la sonrisa, entra a la pista. Una multitud le grita, lo viva, lo aplaude. Javier levanta las manos y la gente estalla. Las mujeres lo tocan, los hombres bajan sus cabezas y ven como el rey de la noche porteña se dirige a su trono: la barra.
La fiesta comenzó, todos vuelven a bailar. Javier encontró al lado de su lugar una rubia preciosa que le da la espalda, una hermosa espalda.
“Esta es la cola que quería hacer… en la barra”, piensa el playboy.
Se le acerca por detrás y se embriaga con el perfume que emana la joven de rizos dorados. Apoya su mano en su hombro y prepara sus armas. La rubia se da vuelta y no sólo la cola estaba buena, sino que acompañaba una buena delantera y unas piernas preciosas. Ni bien terminó el scanner de abajo para arriba, Javier se concentró en su rostro. La cara perfectamente delineada, unos labios carnosos para interminables besos y unos ojos azules profundos completaban la cabeza de esta Barbie. Ese vestido escotado y blanco hacia agradecer a las 50 luces negras que tenia el lugar.
Ella sonríe y le dice un tímido “hola”. Javier apoya su brazo en la barra inclina su cuerpo hacia ella y con una voz seductora le dice:
“Hola… veo que tenes sed, que tomas?”
La rubia rie y juega con su pelo enrulandoselo y con voz juguetona le pide un daikiri de frutilla. Javier, que sabe por demás cómo seguir el juego, asiente con la cabeza. La mira, la observa de una manera tan deseosa que a ella le brillan sus ojos lujuriosos.
Javier llama al barman. Le tira 200 pesos y le dice:
“Para ella, un Daikiri de frutilla…”. Hace una pausa mirándola a los ojos, completamente seguro de si mismo, porque él es Javier, el rey de la noche. Se acerca a sus labios tomándola de la cintura mientras ella se derrite frente a él. Justo antes de humedecer su boca, Javier le saca la cara y le dice al barman:
“… A mi no me haces un licuado de banana? Con leche y azúcar por favor”
I really like how you create the image of the text. We include in the story as if we were there, as if we were seeing.
ResponderEliminarI liked it. As usual. Continues to create to keep us entertained.
a pleasure to go through here (always)
JAJAJA..MUY BUENA LA HISTORIA, ME REI CON CADA DETALLE Y EL FINAL (OBVIO MUY PREDECIBLE PARA MI PORQUE YA SE EL FINAL PORQUE ESTA ES UNA LEYENDA URBANA DE BALLESTER) IMPRESIONANTE! MUY BUENO VIEJA!
ResponderEliminarjajajajaj
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